Reseña de "Azúl" de Begoña Pérez Ruíz

Reseña de Blanca Mart sobre la novela "Azul" de Begoña Pérez Ruiz.

Título: AZUL. El poder de un nombre. Samidak
Autora: Begoña Pérez Ruiz
Éride Ediciones
Encontré la novela, AZUL, El Poder de un nombre, Samidak en CHRONOS, una interesante librería de Barcelona especializada en literatura fantástica.
Estaba presente la autora, a la que hasta ese momento no conocía, y le pregunté sobre su novela, “es una space opera”, me dijo.  Leí unas líneas aquí y otras allá. Inmediatamente la compré.
En los años 20-30 del siglo XX, se publicaban en Estados Unidos, las llamadas revistas pulp, publicaciones de gran tirada, fabricadas con pulpa de papel, económicas y de gran éxito popular. Sus temas: aventuras del Oeste, policiacas, guerras, inventos, experimentos  y al fin, ciencia ficción. Al conjunto de novelas que relataban viajes y aventuras espaciales se les llamó space opera.
                Su estructura solía ser maniqueista, división clara entre buenos y malos, un héroe y una heroína, diferentes mundos espaciales, aventuras y luchas. La space opera no tuvo en sus orígenes buena fama a nivel literario, hasta que  años más tarde aparecieron space opera que reunían calidad literaria unida al afán de la aventura intergaláctica.
                En mis manos tenía un nuevo ejemplo de una moderna space opera. Su autora, Begoña Pérez Ruiz, decía sonriente: “es una novela palomitera”. O sea de entretenimiento: la simpática imagen consistía en ver una película  mientras las palomitas desaparecen y  las imágenes de luz y color te regalan alguna historia.
                Pero resultó que AZUL, El poder de un nombre Samidak, no era sólo entretenimiento.
La historia narra la aparición de un bebé, una diminuta niña, en un mundo galáctico. Nadie sabe cómo ha aparecido allí, no puede venir de un Universo exterior pues eso se consideraría herejía ya que el dogma dice que no hay universos exteriores. La noticia se conoce, La Federación no sabe qué hacer con ella. Muy bien: que se la envíe a un mundo ciborg, donde se ocuparán de su educación como guerrera de la Federación.
                La aventura está en marcha, porque la niña crece y, absolutamente hermosa, esbelta, fuerte, debe situarse en un universo que parece pequeño para ella.
                Azul es su nombre, y deberá luchar como heroína contra la destrucción, el caos, la oscuridad, los demiurgos, las profecías y los diferentes poderes que acecharán su vida y su misión. Lidiará sus duelos, defenderá a sus amigos, se embarcará en las vicisitudes necesarias ineludibles según su código. Todo ello lo hará,  no como simple heroína de una pieza, sino como un personaje con sus complejidades y carencias.
La propuesta es original, sorprendente y frankensteniana.
 Al contrario que Frankenstein, la protagonista es bella más allá de la perfección, fuerte con una fuerza de tal envergadura que la hace casi invencible, pero a pesar de ello e  igual que el ser creado por Víctor Frankenstein, no tiene nombre, es rechazada, pues su extrema belleza y fuerza la hacen diferente. Está totalmente sola en el universo conocido.
No sabe ni remotamente de donde proviene, carece de indicios de quienes podrían ser sus ancestros,  no conoce el afecto, ha sido criada en un mundo de ciborgs sin sentimientos; fríos, metálicos  guerreros que la han entrenado magníficamente para la lucha. Nada más.
Detengámonos un momento en  uno de los múltiples elementos de la trama: la historia de amor de la joven heroína. Cuando Azul encuentra el amor reacciona como una niña-adolescente, puesto que no sabe manejar sus sentimientos. La guerrera poderosa, aparentemente invencible en cualquier universo, es una criatura indefensa a la que le falta  todo el proceso de evolución emocional hacia la madurez.
                Azul, la heroína, es pura energía, pura nobleza con arrebatos de cólera dignos del jefe de los mirmidones. Valerosa y comprometida con un destino que no ha buscado.       
Pero hay mucho más, puesto que los diferentes personajes que van apareciendo son atrayentes, subyugantes, legendarios. Citemos a las Consejeras Doradas, merecedoras ellas de toda una novela, los mercaderes astrales que llevan las noticias del universo allá donde van, los yemin, aparentes duendes galácticos.  Desde luego hay que citar a Zahirus Samario el inteligente científico, con propuestas de creación más allá de la ética de su época. Es curiosa la propuesta de Begoña Pérez Ruiz, puesto que el científico, personaje clásico en las novelas de ciencia ficción, rompe el molde: se lanza a comprar su propio mundo, el planeta  MFL-423, y crea una raza de ciborgs. Hay que señalar que uno de los ciborgs aparece en otros cuentos de Begoña Pérez Ruiz de forma interesante y potente. (*)
Otro de los numerosos mundos presentados es Antirios, lugar donde se ha erradicado totalmente el sonido, hasta el punto de recubrir su planeta  por una barrera artificial que lo insonoriza todo. Quizás un guiño a los actuales estudios utópicos sobre el sonido.
Desde   que leí a Jack Vance no me había sentido atraída por tal cúmulo de razas, pueblos, costumbres y descripciones de seres y paisajes.
Los seres que pueblan los  diferentes mundos de la Federación,  las religiones, la ética, las costumbres, lo rituales, las creencias.  Todo ello enmarca un argumento pleno de ideas curiosas, divertidas, originales. La tensión de la aventura no se alarga si no que se resuelve con rapidez para continuar en la vorágine de las aventuras propias de este género. También hay crueldad y ensañamientos descrito de forma gráfica, aterradora, y desenlaces sorprendentes… pero es que de todo se encuentra en los universos.
Hay que leer esa novela, pues sus más de ochocientas páginas son space opera. De la buena.  A ver si la suerte nos acompaña y la saga puede seguir.
                     Blanca Mart  
 (*) Único, en la antología Cuentos del mañana para ayer, de Begoña Pérez Ruiz, Éride Ediciones, Madrid, 2017
                 


               
               


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